12 de diciembre de 2014

" Precariado" o la frustración en el capitalismo del deseo


“Todos somos precarios”, afirma Guy Standing en el cierre de su trabajo sobre esa nueva realidad laboral nacida del cruce del “proletario” y el “precario”. Un libro que posee el acierto de entender que los cambios en la estructura laboral expresan cambios en el mundo real que anuncian una cartelera de cine postapocalíptico y de zombies (trasunto de la precarización generalizada exigida por la reconstitución de la tasa de ganancia).
Vivimos en un capitalismo del deseo, de la información, de las marcas, del diseño, del dinero las finanzas virtuales. En este capitalismo de diseño el precariado es el pasmado que ha gastado sus ahorros en un publicitado perfume y el éxito social no llega. Es el invitado a una fiesta –no el excluido de siempre- donde todos los que son como él o ella están convocados pero a los que les dan con la puerta en las narices. La condición esencial del precariado es su frustración. ¿Puede convertirse en voluntad política de cambio? No es sencillo. A día de hoy, el precariado opta más por la teatralidad de la protesta –que suma más gente que la apelación tradicional de izquierda y derecha- pero que lo más que llega es a desconcertar al Estado, no a emplazarlo.
Ya hace 30 años que la derecha expuso su receta y la repitió hasta que se convirtió en un nuevo sentido común: descargar el Estado, privatizar, desideologizar parlamentos y partidos, controlar los medios, financiar fundaciones y universidades, combatir los “excesos de democracia”, someter al Sur a través de la deuda, aumentar la explotación de la naturaleza y financiarizar la economía a través del déficit público y la eliminación de los frenos a la expansión financiera. La izquierda socialdemócrata abrazó el neoliberalismo bajo el paraguas de la tercera vía. La izquierda no socialdemócrata se socialdemocratizó y empezó a entonar el canto repetido del regreso al Estado social perdido (al que ayer criticaba). La derecha lleva tres décadas haciendo sus deberes. La izquierda no. No es extraña la precarización generalizada del trabajo en estas décadas. Nadie ha movido en realidad un dedo para evitarlo....seguir leyendo

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